[ Frente a frente, te miro, me miras y todo es para Siempre. ]

lunes, 28 de noviembre de 2011

Nuestra historia.


Me encantaría poder tener el honor de contar la historia más bella de todas. Esa que me llega al alma solo con recordar su nombre, la que tiene el grandioso hechizo de llenarme los ojos de lágrimas a la vez que pone en mi rostro una sonrisa sentida. Pero no tengo ese derecho, no soy nadie para contarla, y no quisiera tampoco al hacerlo herir a su dueño… Así creo que sólo contaré mi historia, la que por supuesto no existiría sin él.

Mi historia... Nuestra historia. 

Dicen que es mentira, que personas buenas no las hay, que todos tienen sus defectos al igual que sus virtudes y que personas diferentes somos todos aunque igual en sus derechos. Yo no lo creo así. Sí era lo que pensaba, pero todo cambió al conocerlo. 
Era junio. Esos días donde las personas ya pierden la felicidad del año, sus positivas actitudes de que todo saldrá bien esta vez, y solo desean que comience otra vez. En cambio, yo, solo deseaba retroceder el tiempo. Me aterraba la idea del entonces, para mi todavía, nuevo año porque ya había perdido las esperanzas de algo mejor. O a decir verdad, no tenia ganas de conocer gente nueva. Me habían quedado personas por conocer más aún y soy de quienes creen que al llegar una se va otra.No quería que se fueran. Tal vez por eso comencé por no relacionarme con nadie. Vagamente respondía miradas cuando el día me agradaba. 
Me fui acostumbrando a la idea de que no vería más a esas personas que no quería perder y fui comprendiendo sin ganas que tenía que relacionarme con otros. Pero aún así todavía no tenia ganas de nada.
Y me mandó un mensaje. Recordaba que una chica me había pedido el número de celular horas anteriores y yo se lo había dado. Al llegar el mensaje creí que solo bromeaban. Pero no le vi nada malo más que desconfianza, y como un nuevo desafío le respondí. Los mensajes iban y venían y mi curiosidad comenzaba a crecer.
Luego ya no eran solo mensajes, me pasaba las tardes en la computadora. Tal vez era solo broma, pero me hacia reír, por lo que ya no importaba nada mas. Mis deberes pasaron a otro plano y ahora no veía la hora de intercambiar palabras y opiniones con aquella persona misteriosa. 
Al parecer mi número había pasado a manos de un chico. No me interesaba conocer gente como dije anteriormente, aunque éste me resultaba verdaderamente interesante, no me preocupaba saber quien era personalmente.
Hasta que pregunté. 
Es él - Recuerdo que dijo mi, entonces, amiga y me miró con cara rara, como desaprobando con anticipación todo gesto agradable de mi parte. Aunque yo no hice gesto percatándome de su seño. 
No me vio. No iba a saludarlo. No podía. Me intrigaba todavía y no por eso había perdido vergüenza para hablarle en persona. No podía saber su reacción ni tampoco si mi amiga mentía. Él sabía quien era. Pero creo que tardó en tomar coraje para hablarme también.Seguimos varios días por mensajes e Internet como hasta entonces. 
Jamás le confesé mi timidez de hablarle al principio.
Alexander, es su nombre. Persona más interesante en inteligencia, pensamiento y palabras, no conocí hasta que él llego. Mucho para su corta edad. Diferente, como todos. Pero con algo especial. No solo es diferente a vos, a mí, a él o a ella. Es diferente a personas pasadas, presentes o futuras. Personas aún no nacidas y otras ya arriba. Su diferencia corre a la par del viento y tiene la capacidad de frenar el tiempo. Hace lo que quiere. Con vos, conmigo, con todos. Y por momentos eso me asustaba aunque más me intrigaba.
La mayoría de las personas, son diferentes en su habla y escritura. Por eso, yo temía desilusionarme al conocerlo y solo quería aferrarme a esas palabras por siempre. Pero mi curiosidad y su magia me llevaron a perder ese miedo. Me llevaron al sentimiento de querer conmigo tenerlo. Así, a mi lado. Cerca. Y solo escucharlo. Quería sentarme en “chinito” en el suelo y escucharlo hablar. No lo quería a él, quería su sabiduría. Esa que él no sabía que tenía.
Lo conocí. Toda perspectiva que pude hasta entonces tener, se fueron. Sé que no fue desilusión si no otra cosa quien lo causó. 
Comprendí que su magia, su verdadera magia, no eran sus palabras si no su mirada. No es que tenga un color especial de ojos, aunque para mi lo son.
Tal vez fue una mezcla de esa mirada y mi intriga lo que me llevó a aceptar conocerlo un poco más, de cerca. En relación, para aclarar.
Una sensación rara recorría por mi cuerpo al verlo, sin habla me dejaba y una sonrisa me dibujaba. Su imagen borraba en mi todo tipo de pensamiento. Y no encontraba el por qué de esto.
Palabras de mi boca salían, frases que yo aun no sentía, pero se marchaban, corrían a sus oídos. Como si un imán las llevara. No podía detenerlas. 
Sé por como soy, que si hubiera podido, las hubiera detenido. Y con el tiempo tal vez soltarlas de a poco. 
Era extraño. Ante sus amigos elegía a mi también con él tenerme. No me apartaba por ellos. No le importaba lo que dijeran, aunque yo distancia le daba la necesaria. El fin de semana, desaparecía. A veces lograba verlo, pero costaba mucho. Era algo que no me gustaba, y hacia tal vez por mi enojo, que un poco del brillo de esa magia se esfumaran. Pero todo regresaba al verlo de nuevo.
Le escuchaba y en él me perdía. Intentaba aparentar indiferencia, no quería que supiera que a sus pies me tenía. Y aunque eso a mi tampoco me gustaba, era así. Inevitablemente. Respondía lo que él quería y si era necesario. Lo abrazaba si él lo hacía y me acercaba si me llamaba. A veces le ganaba a la hipnosis de su presencia y me animaba a tomar iniciativas. 
Así, con el correr del tiempo fui aprendiendo a controlarme. Costaba bastante y todavía no lo logro del todo.
Comencé a decirle todo lo que pensaba, comencé a escuchar mis sentimientos y comencé a observarlo más de lejos. Y las cosas comenzaron a cambiar. Mis sentimientos… que cosa rara. Nunca me había pasado. No así. Era tan diferente!!. Al verlo mi corazón se escapaba a él y al decirle que lo amaba mis ojos se emocionaban. Por eso intentaba evitar esas palabras, siempre con un “yo también”. Todo esto nunca se perdió por mi parte en las miles de peleas que comenzaron a venir. Y a decir verdad, aún sigue intacto. Las peleas no fueron lo complicado. No fueron la razón de que hoy sea una historia lo que cuento, ni tampoco el motivo de que haya llorado incluyendo lágrimas de años todavía no vividos. Las peleas no, ellos sí.
A sus amigos los quería tanto como él. Si él los quería, entonces yo los adoraba. Dijeron que quise separarlos. Pero antes de pensar eso, me hubiera sola torturado. ¿Hacerle daño? Jamás!. Aunque él sí intentó separarme de las mías, cuando con ellas intentó traicionarme. No sé por qué lo perdoné. Tal vez lo amaba demasiado para ponerme un límite y sola me consolé con el pensar que todos cometemos errores.
Terceros empezaron a meterse en nuestra relación. Comentarios iban y venían. Entraban por un oído y salían por otro, porque a nosotros no nos importaba más que nuestras manos entrelazadas…Pero sus actitudes un día comenzaron a cambiar y comentarios se empezaron a trabar. Ya no salían. Se juntaban. Nunca llegué a comprender bien qué causó las diferencias notarias que comenzaron a llegar.
Capas demasiada felicidad no era posible. Dos personas capaces de sonreírle a cualquier tipo de problema solo por el hecho de estar unidas. No podía eso ser cierto!. Si lo era, había que destruirlo. Así funcionaba. No pudieron. Lo que sentíamos era al parecer más fuerte que cualquier palabra o actitud creada para separarnos. 
Pero tiempo después actitudes de él comenzaron a empeorar. O tal vez comenzaba a conocerlo en verdad.
 Descubrí que había cosas en las que estaba que le hacían daño, y eso me molestaba. Le había tomado en poco tiempo, aunque para mi al recordar son años en minutos, tanto cariño que no podía permitir que se hiciera daño. Ni él, ni terceros, ni cualquier cosa que a él llegara. Hablé con él. Me costaba pensar la idea de que si lo hablaba podía perderlo, pero otra no me quedaba y opté por arriesgarme. Perderlo podría soportarlo, pero verlo lastimarse era algo que me mataba en vida. Costó. Lo dejó. 
No creo que por mi haya sido, solo creo que de alguna forme logré que me escuchara y escuchara así también a quienes ya de esto le venían advirtiendo. Solo creo que entendió lo que él valía. Con algunas personas ya no se juntaba, eran ahora cruces de palabras. Por un lado me sentía culpable de la distancia con ellas creada, pero cuando lo veía a él sonreír no me importaba cualquier cargo del que se me podría acusar. 
Me acuerdo la primera vez que dije sentidamente: “Cruzaría los siete mares hasta llegar a ti.”
 Me encontraba en Villa Gesell. Había aceptado ir después de un gran amargue en mi vida. Aunque había conseguido permiso a través de otro. No veía la hora de llegar para sentir que todo lo malo quedaba acá. Para volver a sonreír. Para ponerle una pausa a mi vida, al menos por unos días.
No recuerdo bien qué causó la primera verdadera distancia. Pero allí estábamos. Lejos. Llegaron las fiestas a su fecha y los recuerdos volvieron a mi. Nunca se habían ido, pero los había encerrado en una especie de caja al llegar a Gesell. No sé cómo, se escaparon. Intenté cerrar de nuevo la caja pero no podía.
Inevitablemente la tristeza se apoderó de mi, de mi buen humor, de mis ganas de reír. 
Era Navidad. Una noche preciosa, sentadas con mi compañera de vida frente al mar. Yo observaba aquel sitio con melancolía, miraba las estrellas y de golpe me encontraba buscándolo en cualquier objeto o en aquellos hermosos ojos de cielo. Las lágrimas comenzaron a apoderarse de mis ojos cuando de repente mi celular sonó. Un mensaje.
Es increíble cómo un pequeño aparato y unas palabras en él pueden hacerte sentir. Vivir. Y sonreí.
 Por supuesto que era él. Creo que esa noche aturdí a mi amiga. Los días siguientes me controlaba porque sabía su opinión al respecto. Pero creo que también la ponía contenta el verme sonreír por motivos, para ella, insignificantes.
De un momento para el otro volví a sonreír y ya entonces esa sonrisa no me la podían sacar. Ni yo misma tenía aquella fuerza. Solo su dueño.
Con sus mensajes acompañándome, los días se me hacían mas llevaderos, pero más largos. Solo quería entonces dormir para verlo y despertar para sentir que quedaba otro día menos lejos de él.
 Y cuando tuve la oportunidad de acortar aún más esos días, lo hice. No tuve que pensarlo dos veces. No fue necesario.Dejaría a mi amiga sola, y aunque solo unos días, era algo que no hubiera hecho ante cualquier otra cosa que se me presentara. Pero ocho años a su lado me dieron valor para decidir que si tanto habíamos pasado juntas, entonces ahora me entendería.
Volví. Y al anunciárselo me llamó. Esa llamada esperada hace meses. Ese grito de necesidad que me llamaba y yo no quería estar lejos.
Quería verlo, quería abrazarlo. Pero la vida me hizo esperar. O fue tal vez el destino…Pasaron dos meses.
Aún no recuerdo cómo sobreviví a eso. Al regresar a aquel lugar ya no lo tenía a metros, lo tenía a pequeños pasos de distancia. Y a los pocos días esa distancia se achicó más hasta desaparecer. Y casi sin aviso alguno, nuestras manos de nuevo ya estaban entrelazadas, esta vez dispuestas a no despegarse. Todo era como si desde el día anterior no nos veíamos, porque nuestro sentir estaba intacto, seguía siendo tan puro.
Lo perdí.No sé por qué, no sé cómo sucedió, no sé qué fue lo que me impulsó, lo que de alguna forma me obligó. Jamás me gustaron los cumpleaños. No los míos. Si era posible prefería que no me saludaran, pero nunca lo lograba por mi familia y por mis amigas. Aquel cumpleaños tendría algo diferente. No me importaba el hecho de que me saluden, el que todos sepan que cumplía años o cualquier otra cosa. Cumplía quince años. No era algo especial para mi si no un año más. No quería fiesta, no quería torta ni velitas ni regalos. Pero quería con él pasarlo. Mis padres, para ellos los quince años sí eran distintos a todos los demás. Quisieron festejármelo, me pidieron que llevara amigos. A mi la idea me terminó gustando por el hecho de querer ver a Alexander un rato más aparte de las horas del colegio.
Aunque no pude ir ese día. Familiares vendrían a saludarme y mis padres querían que en casa estuviera para ese momento. Pero me las arreglé para ir a la hora de entrada.Al decirme que a la noche no iría, toda alegría que pude tener, se fue. Qué sentido tendría todo entonces!. No quise saber nada. Fingía sonrisas delante de quienes me saludan. Estuve a punto de decir que la reunión de la noche se cancelaba. Pero allí estaba mi amiga de nuevo a mi lado, obligándome a no dejar de sonreír. Obligándome a reír. Y aunque mucho me dolía no podía contra su alegría. Y fui a esa reunión sin ganas. Sí, era mi cumpleaños, mi reunión, pero yo no quería estar presente. En el fondo el único, ahora estúpido, consuelo que tenía era el pensar que con alcohol podría la tristeza tapar, al menos por esas horas. 
Todos a mi alrededor cambiaron su forma de pensar a cerca de él. Me decían que no me preocupara, que si no había ido seguro era no porque no podía si no porque no quería y entonces significaba que no le importaba. Si no le importaba, no debía por alguien así estar mal.
Yo me enojaba. Me enojaba porque me hacían sentir que tenían razón y me enojaba porque no tenía motivos suficientes para defenderlo, aunque lo intentaba igual.
 Sus amigos estaban ahí. Mis amigas también. Y de golpe ya no estaban intentando consolarme o entendermeEstaban incentivándome a olvidarlo. Creo que en el momento no me di cuenta lo que hacían, ni tampoco lo que lograron que yo hiciera. No me perdono el haberlos escuchado, ni el haberme dejado llevar por la desilusión, enojo, tristeza.
Sentía que me había defraudado. Sé ahora que era algo realmente estúpido, pero para mí tenia un alto grado de importancia aunque sin motivo alguno, y solo quería compartir ese pequeño momento con él. Me hicieron sentir al fin que no le importaba.
A los dos días lo vi nuevamente a Alexander. Le conté lo sucedido. Entendía que lo perdería pero no quería seguir a su lado habiéndolo engañado. Qué clase de persona sería si lo hacía!. Aunque ya me había equivocado. Tal vez de la peor manera. Pero no sólo fue mi culpa. Ni tampoco de ellos.
Fue culpa de los dos. De él porque pudo haberlo evitado y de mi por dejar que suceda. 
Hasta hoy no me lo perdono. Y él menos.
Intentó crear una indiferencia que no pudo sostener y al poco rato su desilusión hacia mí salió a la luz. Me dolió más que a él. No sabía qué hacer. Lo había perdonado tantas veces, hasta en situaciones similares, solo por no querer perderlo. Y ahora, había cometido lo que sería el peor error de mi vida. Y en esto él no podía perdonarme. Ni yo podía!.
Se lo merecía. Pero aún así no lo hubiera hecho. Y sé también que no lo hice por venganza. Nunca habría pensado en eso.
No quedaba más que entender que soy insuficiente para él. Tras lágrimas y miles de perdones saliendo de mi boca, me convencí que debía dejarlo ir.
Me costó meses. Él decidió alejarse. Mi dignidad ya se había perdido y no me importaba nada más que hacerlo regresar. Hasta que logré silenciarme. Aprendí a ahogar todo tipo de dolor. A reprimirlo. Soltarlo sola. De golpe comenzaba a ser como él y ya no creía en nada. Todo me parecía injusto o sin sentido. Todo que no tuviera que ver con él.
Inventaba una indiferencia no creída por los demás, cuando me nombraban su nombre.
Y aprendí a soltarlo. Pero mis creencias un día volvieron, aunque ya no demuestre las cosas como antes. Pude ver que él me conoce tal cual soy. Sabe cómo pienso y lo que creo al respecto de cualquier cosa. Y en el fondo, sabe cómo fueron las cosas aunque no quiera aceptarlo, aunque no pueda perdonar. Sabe que jamás lo he de olvidar y que mis sentimientos no han de cambiarSabe que siempre lo esperaré, y lo recibiré pretendiendo nada juzgar, pretendiendo todo olvidar, volver a comenzar. Sabe que me arrepiento de verdad.
Y hoy me encuentro aquí, recordando. Porque aunque él no ha vuelto aún, mis esperanzas siguen, mis sentimientos siguen y los recuerdos jamás se fueron. Aquella caja abierta en el verano pasado, no pude volver a cerrarlaY sigo como esos días. Deseando llegar la noche para dormir y verlo allí, y despertar para sentir que queda un día menos.
 Si me preguntan por mi pasado, solo puedo decir que estoy orgullosa de conocer a la persona más maravillosa que tal vez pueda existir y que con todos sus defectos su magia no ha de partir. Que lo tuve a mi lado y por eso puedo contar que conozco la felicidad, lo que es sonreír de verdad. Y que por una enorme roca en el camino lo perdí, y es un perdón que no tengo derecho a recibir.
Si me preguntan por mi presente, solo puedo contar esta historia mientras sigo sentada esperando su regreso, aunque en el fondo mi alma diga que no volverá y mi corazón no deje de sangrar. Yo lo espero, y guardo mi última sonrisa por si lo veo.
Si me preguntan por mi futuro, solo puedo decir que mi meta es su felicidad, aunque a su lado no pueda estar. 
Y hoy creo. Creo que cualquier esfuerzo vale la pena cuando recuerdo su mirada.
Creo en la frase que jamás se cansaba de repetir: “Difícil capas, imposible nunca.”